sábado, 22 de febrero de 2014

alicia en el país de las maravillas


hola esta es la historia de Alicia en el país de las maravillas

                     Alicia en el país de las maravillas

Había una vez… dos hermanas que se encontraban recostadas contra un tronco. Una de ellas leía con interés un libro, mientras que la otra, Alicia, estaba aburrida. De repente, pasó junto a ella un conejo blanco gritando:
—¡Voy a llegar tarde! y miró su reloj.
Alicia no resistió la curiosidad de seguir al conejo parlanchín y  entró a su madriguera, que resultó ser un túnel largo y vertical por donde la niña cayó y cayó hasta llegar a un extraño mundo.
—¡Oh, Dios,  a dónde me ha traído este conejo!
Escudriñando el lugar encontró una pequeña botella que decía: “Bébeme”, y deseosa de  averiguar qué pasaría si la bebía, la llevó a su boca y de un sorbo tomó todo su contenido.
—Veremos qué pasa —dijo con picardía.
 El efecto fue inmediato: la bebida la encogió. Alicia quiso aprovechar este suceso  para abrir una pequeña puerta que    conducía a un hermoso jardín —según se veía por la ventana—,    pero estaba cerrada y la llave que la abría estaba sobre una mesa    que la niña no podía alcanzar, debido a su nueva estatura. Pensó, entonces, en recuperar su tamaño original comiendo un trozo de pastel que encontró con el letrero: “Cómeme”.
El pastel la hizo crecer como esperaba.
—¡Qué bien!, ahora sí podré tener la llave —dijo.
Gracias a su nueva estatura tomó la llave, pero al no parar de crecer chocó contra el techo de la habitación. Asustada, Alicia comenzó a llorar, formando un enorme charco de lágrimas a  sus pies.
En ese momento, el Conejo Blanco pasó muy apresurado y dejó caer un abanico que Alicia levantó para refrescarse.
El abanico resultó ser mágico, pues consiguió que ella comenzara a hacerse pequeña de nuevo. Cuanto más disminuía su tamaño Alicia observó que el charco de lágrimas se hacía más y más grande, hasta formar un gran lago en el que debía nadar para no ahogarse. A su lado, pasó nadando un ratón.
—¡Ratoncito, ayúdame a cruzar este lago! —suplicó Alicia con desesperación.
El ratón aceptó guiarla hasta la orilla. En el camino, Alicia vio que otros animales también nadaban para salir del lago de lágrimas.
Finalizada la carrera por salvar sus vidas, el ratón relató al grupo la razón de su odio hacia los gatos y los perros. Imprudentemente, Alicia mencionó que tenía una gata y habló de la habilidad que ésta tenía para cazar ratones; su conversación no fue bien recibida y aburrió a todos los animales, que se retiraron de inmediato, dejándola sola.
Un poco triste por lo sucedido caminó hasta un bosque cercano donde se detuvo frente a una seta gigante. Allí encontró una oruga azul que le dio una fórmula para recuperar su estatura normal:
—Preciosa niña, debes comer de los dos extremos de este hongo: un lado te hará crecer y el otro te encogerá. La oruga siguió su camino.
Alicia probó ambos lados hasta conseguir una altura conveniente. Enseguida, la niña vio una casita y, sin pensarlo dos veces, entró. Una cocinera preparaba sopa con mucha pimienta junto a una duquesa que sostenía a un bebé en brazos, y en el suelo un gato ronroneaba contento.
—Te presento al Gato de Cheshire, famoso por su inteligencia —dijo la Duquesa y en seguida le dio el bebé a Alicia—. Ahora puedes mecerlo un poco. Yo tengo que ir a arreglarme para jugar al croquet con la Reina —y salió apresuradamente.
Cuando Alicia intentó mecer al inquieto bebé, éste comenzó a gruñir y a transformarse en un cerdo. Alicia salió de la casa y lo liberó, sintiendo un gran alivio al ver que el cerdito se echaba a correr hacia el bosque.
—¡Corre, corre! —lo animaba mientras ella continuaba su camino por entre los árboles.
En el bosque Alicia encontró al Gato de Cheshire, quien la invitó a una elegante fiesta. Se trataba de la fiesta del “no cumpleaños”  de la Liebre de Marzo, quien estaba tomando el té acompañada del Sombrerero y el Lirón. En este festejo Alicia fue el blanco de muchas burlas y bromas, hasta que cansada de tantos atropellos decidió abandonar el lugar.
—¡Este es el té más insufrible que haya tomado en mi vida! —exclamó, saliendo del lugar furiosa. Huyendo de aquella celebración, Alicia llegó hasta un árbol donde se hallaba el Gato de los Deseos, a quien le pidió ayuda:
—Señor Gato de los Deseos: ¿me podría ayudar a encontrar el camino de regreso a casa?
—Si quieres la respuesta tendrás    que preguntarle a la Reina de Corazones —le respondió amablemente el señor Gato.Luego le indicó la ruta para llegar donde se encontraba la Reina. Fue así como a través de la puerta de un árbol  Alicia se transportó a un jardín donde se encontró con unas cartas de baraja, quienes afanosamente pintaban un rosal. Con curiosidad les preguntó por qué hacían semejante cosa.
—Verá, señorita, el hecho es que esto tenía que haber sido un rosal rojo, y nosotros plantamos uno blanco por equivocación; y si la Reina lo descubre se enojará —explicaron preocupadas.
De pronto aparecieron los Reyes de Corazones y su cortejo. La Reina, al descubrir el engaño de los jardineros, ordenó que fueran decapitados.
—¡Fuera de mis jardines! —gritó ofendida—. Aquí no se permite el desorden. ¡Largo!
Alicia escondió a las cartas en una maceta para evitar que los soldados cumplieran la sentencia. La Reina, satisfecha de que todo estuviera bajo control, le preguntó a Alicia si sabía jugar al croquet.
—Por supuesto —respondió Alicia, sorprendida, y la siguió con los demás; a su lado iba el Conejo Blanco, asustado, y diciendo entre dientes:
—¡Qué imponente es la presencia de la Reina!
Durante el camino el conejo informó a Alicia que la Duquesa había sido mandada a prisión por llegar tarde al juego.
Al llegar al campo de juego Alicia vio que el suelo tenía protuberancias, por lo mismo, sería difícil jugar; además, flamencos y erizos vivos servían de palos y bolas y, en cada movimiento, sus expresiones la divertían tanto como el intento de huida de los animales con púas.
A medida que pasaba el tiempo el caos aumentaba: todos jugaban desordenadamente y perseguían a los erizos. La Reina, enfurecida, anunció que castigaría a los desobedientes.
Alicia pensó en la posibilidad de escapar, pero desistió al ver en el aire la cabeza del  Gato de Cheshire.
—¡Qué alivio! —exclamó Alicia—. ¡Por fin alguien conocido con quien hablar!
El Rey, con curiosidad, se le acercó a Alicia y la vio hablar con la cabeza del felino; horrorizado, no escuchó sus explicaciones y le pidió a la Reina desaparecer al Gato. La Reina no preguntó el motivo y, como de costumbre, ordenó que lo decapitaran. Ante tal situación se escuchó un consejo:
—Han olvidado algo muy importante: la Duquesa es la dueña del Gato de Cheshire, por lo mismo, debe estar enterada de lo que está sucediendo.
—Que traigan a la Duquesa —ordenó la Reina.
Tras el mandato de la Reina, la cabeza del Gato desapareció lentamente y cuando llegó la Duquesa ya no estaba.
Luego la Reina se olvidó del juego de croquet, del gato y de sus súbditos, y llevó a Alicia ante la Falsa Tortuga para que ésta le contara su historia. La tortuga era una criatura extraña, con caparazón, cabeza y patas de novillo, quien después de relatar su vida escuchó las aventuras de Alicia desde que cayó por la madriguera del Conejo Blanco hasta ese momento. De repente, se escuchó un grito lejano que anunciaba el comienzo de un juicio.

Alicia llegó corriendo al lugar de reunión donde se encontraban el Rey y la Reina de Corazones, muchos animales espectadores, el jurado y el Conejo Blanco que servía de heraldo.
—¿Quién es el acusado? —preguntó.
—La Sota —informó el Conejo.
—Robó unas tartas que preparó la Reina —agregó el Rey y empezó a llamar a los testigos. El Sombrerero y la cocinera de la Duquesa respondieron las preguntas y se marcharon enseguida, pero la inesperada intervención del Lirón sorprendió a los presentes.
Mientras la discusión tenía lugar Alicia comenzó a crecer repentinamente. Fue llamada a comparecer como testigo de los hechos y, olvidando que había recuperado su estatura normal, derribó todo a su paso cuando se levantó.
—Yo pienso que…
En medio de este caos, la Reina ordenó que la niña también fuera castigada. Cuando las cartas saltaron para darle su merecido
Alicia volvió súbitamente al lado de su hermana. Se había quedado dormida y despertó al sentir que su hermana la llamaba por su nombre. Enseguida le narró el sueño fantástico y fue a tomar el té.
La hermana de Alicia se quedó pensando en la historia que acababa de escuchar, deseosa de que algo así también le sucediera.
FIN